· Mendoza, de de ·
Vivieron en Mendoza a principios del siglo XX, matando a cada persona a la que le debían dinero. Fueron los primeros asesinos seriales de la provincia.
*Por Ignacio Torquemada
Transitaban los últimos días de diciembre de 1916. El sol calentaba lentamente las adoquinadas calles de la Mendoza de principios de siglo XX. Un grito desgarrador se escuchó desde el interior de una casa situada en la esquina de Salta y Urquiza, en la Cuarta Sección, muy próxima al Área Fundacional: “Auxilio, me matan”.
Las crónicas de la época, relataron que Juan Putativo y su esposa, María Miletti escucharon los desesperados pedidos de auxilio y rápidamente acudieron en búsqueda de un policía, el cual encontraron en la esquina de San Juan y San Luis. Mientras se dirigían a la mencionada dirección, otros agentes de seguridad se sumaron al consternado contingente.
Los agentes golpearon la puerta y un hombre, muy tranquilo, les dijo que la casa se encontraba deshabitada; pero las manchas de sangre en su camisa despertaron las sospechas de los funcionarios y decidieron entrar.
Los hermanos Marcos Mauricio y José Mauricio Leonelli.
Según consignó la revista Caras y Caretas en su edición del 6 de enero de 1917, en el sótano de la casa, con profusos golpes en su cabeza realizados con un garrote cubierto con anillos de acero y estrangulado con un alambre yacía el cadáver de Tufik Ladekani, un comerciante de nacionalidad siria que se dedicaba a la compra y venta de moneda y que había sido citado con la intención de realizar una transacción económica. La víctima todavía llevaba entre sus pertenencias los casi 8 mil pesos, que se supone eran el botín que deseaban los hermanos.
Los dos hombres que se encontraban en la casa fueron inmediatamente arrestados. Se trataba de los hermanos Marcos Mauricio y José Mauricio Leonelli. El arresto de los hermanos fue el inicio de una serie de macabros descubrimientos que espantó a la tranquila sociedad mendocina de inicios de siglo.
Las crónicas policiales de la época llenaron cientos de páginas con la macabra historia. Según indicaron, Marcos Mauricio atacó al joven comerciante, de apenas 18 años, y que se encontraba próximo a contraer matrimonio, con la palanca de freno de una carreta que poseían, mientras que José Mauricio lo estranguló con un alambre, dándole varias vueltas alrededor del cuello de la indefensa víctima.
Uno de los cuerpos hallados en su domicilio.
El descubrimiento del terrible asesinato impactó profundamente en la conservadora sociedad mendocina. La familia Leonelli era muy respetada en la zona. Teresa Paolantonio de Leonelli, enviudó muy joven y tuvo que llevar adelante la ardua terea de cuidar sola de sus cinco hijos.
El almacén familiar que poseían quebró y los hermanos mayores, Marcos y José, decidieron, irónicamente, montar una cochería fúnebre, que se convertiría en el nuevo negocio familiar. Pero las cuentas no cerraban y pocos eran los que sabían de las grandes deudas que tenían los hermanos.
Los hermanos Leonelli fueron arrestados y conducidos a los calabozos de la Comisaría 3° de Ciudad. El homicidio del comerciante sirio dio inicio a una serie de cruentos descubrimientos, que conmovieron profundamente a la sociedad.
La misma publicación citada anteriormente indicaba que en la puerta de la casa de la familia Leonelli se encontraba aparcado el carro del “vasco” Julián Azcona, un comerciante que se dedicaba a la venta de cigarrillos, quien se encontraba desaparecido desde el mes de julio de 1916 y al que le debían la suma de 6 mil pesos.
Otro de los cadáveres hallados en su casa de la Cuarta Sección.
Este hecho, que en un principio pareció no llamar la atención ni a los vecinos ni a las fuerzas de seguridad, despertó las sospechas de los investigadores de que podían estar frente a una serie de asesinatos, por lo que se procedió a inspeccionar minuciosamente toda la propiedad de los Leonelli.
Así fue como en la caballeriza se encontró el infortunado cuerpo del “vasco” Azcona. El médico forense que examinó los restos determinó, por el avanzado estado de descomposición del cadáver, que llevaba en ese lugar un largo periodo de tiempo.
Mientras avanzaba la investigación y las excavaciones en el lugar, los expertos no salían de su asombro. En el sumidero de la casa encontraron el cuerpo de Juan Dávila, un acreedor hipotecario al que los hermanos le debían una gran suma de dinero.
Para saldar la deuda, Marcos y José le ofrecieron la casa como pago y lo invitaron para que inspeccionara el lugar. Las verdaderas intenciones de la cita se materializaron. Lo asesinaron y escondieron el cuerpo en el baño de la propiedad.
Otra de las muertes atribuidas a los hermanos Leonelli fue la de Alejo Samper, quien, misteriosamente, desapareció el mismo día que el “vasco” Azcona.
Según indicó Caras y Caretas, éste fue citado por los criminales para hacer “desaparecer” el carro que utilizaba Azcona, hecho que, evidentemente, no se llevó a cabo, ya que como se mencionó anteriormente, se encontraba en la puerta de la casa de los Leonelli.
Mientras esto ocurría, el cuerpo de bomberos continuaba excavando la vivienda, donde encontraron prendas de vestir, partes de animales y el cuerpo de un niño de no más de 7 meses de edad.
Una de las víctimas de los Leonelli.
Otro acreedor de los hermanos, de nombre Francisco Petruolo, a quien le debían la suma de 10 mil pesos, fue encontrado muerto en el Canal Zanjón, actualmente conocido como Cacique Guaymallén. Según sospechaban los investigadores, la víctima fue citada por la pareja de asesinos para saldar la deuda, con las intenciones de matarlo y aparentar un accidente.
A medida que transcurrían las semanas y los meses, la sociedad se escandalizaba cada día más con las noticias de los horrorosos crímenes de los hermanos Leonelli, al punto de que cada persona desaparecida se sospechaba que había sido víctima de los hermanos asesinos.
Finalmente, y luego de la confesión de los homicidas, éstos fueron llevados a juicio en el año 1918. Si bien fueron encontrados cuatro 4 cuerpos en la propiedad de los Leonelli, solo fueron acusados por 3 homicidios, las muertes de Ladekani, Azcona y Dávila. La Justicia no logró recolectar suficientes elementos probatorios para los otros hechos.
Por la naturaleza cruel y violenta de los homicidios, José Mauricio fue condenado a 25 años de prisión, mientras que su hermano, Marcos, a la pena de muerte, hecho que nunca se llevó a cabo debido a la intervención de la Asociación de Damas Pro Glorias Mendocinas, que se oponían acérrimamente a las ejecuciones sumarias.
En 1923, el Gobernador de la provincia, Carlos Washington Lencinas, conmutó las penas de los hermanos y fueron sentenciados a 20 años de prisión en la Cárcel de Ushuaia, conocida como “La cárcel del fin del mundo”.
Varias fueron las solicitudes de libertad anticipada que realizaron los hermanos, pero todas fueron denegadas. 20 años más tarde, José Mauricio recobró la libertad, no así su hermano, quien falleció en la gélida cárcel de Ushuaia.
Sobre el autor
Ignacio Torquemada Hormazabal es Licenciado en Criminalística; Perito en Identificación Humana y Balística Forense y Periodista. Ha trabajado en medios gráficos y radiales de la provincia, además de colaborar en investigaciones como perito de parte en diversos estudios jurídicos.
Actualmente se desempeña como docente universitario en cátedras como Periodismo de Investigación y Patología Forense, además de estar trabajando en una investigación sobre una muerte dudosa.